CALAS

Los mercados populares en América Latina están sufriendo la crisis de la folclorización de lo indígena

Con la conquista chocaron violentamente dos maneras distintas de ver, representar y experienciar el mundo. Ambos modelos, el europeo y el andino, coexistieron en un punto de encuentro crucial para entender sus divergencias: los mercados populares de Latinoamérica. A esa materialidad se acerca la investigadora Carmen Ibáñez de la Freie Universität Berlin que actualmente realiza una estadía de investigación como fellow de la sede Andes del CALAS en Quito Ecuador. Estudia las diferentes epistemes que en materia de temporalidad tenían colonizadores y colonizados. Hablamos con ella sobre su proyecto «Proyecciones, expectativas e imaginarios de la(s) crisis: Los mercados populares en los Andes». 

¿Cuál es el tema de investigación que desarrollas ahora como fellow del CALAS en la sede Andes?

Carmen Ibáñez: Estudio en este proyecto la construcción social del tiempo en los Andes y el impacto que esta tiene en la connotación de crisis. Es un estudio multi y transdisciplinario que está abarcando sobre todo la historia, la economía y la antropología social y cultural. 

Para explicar mejor lo que este proyecto pretende hay que remontarse a la historia. Aunque la invasión española a los Andes sea considerada con frecuencia una colisión cultural, también fue una colisión de temporalidades. Quisiera invitar al lector de esta entrevista a viajar en el túnel del tiempo por un instante, a la conquista, e imaginar el terror, el caos en la psiquis de los y las indias, el vacío que habrán sentido en sus vidas espirituales en ese momento. Los indios tenían en su episteme, sin embargo, que el mundo solo se forma de esa manera: a una época de orden y paz, le sobreviene una de caos. La noción de que el tiempo está girando en una espiral en movimiento sirvió a los indios para dar sentido en sus psiquis a lo que sus ojos veían, pero su mente no comprendía. O sea, la connotación temporal fue un mecanismo vital para la sobrevivencia de los conquistados. Hoy, a más de 500 años, planteo la temporalidad como este choque entre una idea de espiral en movimiento frente a otra, a la que vamos a llamar la occidental, que es lineal y ascendente. 

¿Cómo se conecta este nuevo proyecto con previas investigaciones que has hecho? 

CI: Desde el inició de mi carrera trabajo temas como colonización o migración. Pero fue en una estancia de investigación en el 2014, pelando papas en una cocina con mujeres de la comunidad, donde empezamos a hablar sobre qué es el desarrollo y se me despierta cierta rebeldía y ciertas preguntas hacia la academia. A partir de ello tengo una publicación que trata precisamente la pregunta ¿qué es el desarrollo desde otras perspectivas? Luego, publiqué El cuerpo como evidencia, en donde trato el tema de la corporalidad de la mujer india, y estos dos trabajos van marcándome un lineamiento sobre lo que voy a empezar a tratar en esta ocasión: la temporalidad y la situacionalidad. 

Debo también remarcar que mi proyecto para CALAS es parte de uno mucho mayor: mi habilitación titulada ¿El futuro fragmentado? Proyecciones, expectativas e imaginarios en los mercados populares de los Andes. La relación es directa porque el hilo filosófico-político con el cual voy contando mis reflexiones es sin duda la connotación de la temporalidad en diferentes culturas o sociedades. 

¿Cuál es el objetivo de este proyecto que haces sobre los mercados andinos?

CI: El objetivo básico es tratar histórica, social y políticamente al mercado popular, este espacio que tenemos en varias ciudades latinoamericanas formando parte de su arquitectura. Lo propongo como la materialidad del encuentro de formas diferentes y alternas de comprensión cultural. También como un laboratorio social desde donde se puede analizar el pachakuti en tanto estrategias de convivencia. Lugares en los cuales los actores ponen de manera vivencial sus prácticas de coexistencia, las formas que los subalternos buscan para enfrentar los embates del capitalismo, pero también la construcción de un Estado nación que en los países andinos actúa bajo la lógica de «mientras menos indios más modernos».

¿Con qué metodologías o con qué fuentes estudias los mercados populares? 

CI: Se trata de un proyecto transdisciplinario. Su base es la etnografía colaborativa apoyada por fuentes primarias, por ejemplo, cartas escritas en quechua por mujeres en el siglo XVII que se encuentran en el Archivo Arzobispal de Lima. También trabajo con hemeroteca, con fuentes secundarias: estadísticas, entrevistas que codifico, y por supuesto el estudio está nutrido por una rica bibliografía que me ha sido ofrecida por dos importantes bibliotecas: la del Instituto Iberoamericano de Berlín y la Biblioteca de la FLACSO aquí en el Ecuador. 

¿Puedes compartir con nosotros algunos resultados preliminares del proyecto? 

CI: Antes que resultados como tal, lo que quisiera compartir son más bien las reflexiones que esta investigación me está poniendo en el tapete: primero, creo que la colonia no supuso el desarrollo en términos de una frontera a ser superada, sino que implicó la coexistencia híbrida de temporalidades que fueron domesticadas y contribuyeron de esta manera a la construcción de una historia universal y única. 

Por supuesto esa heterogeneidad es experimentada de manera muy diferente por el colonizador y el colonizado, y ahí radica el problema. Para explicarme mejor, la idea de Europa como cuna de modernidad, como referente tácito del conocimiento domina el discurso histórico y es sostenida todavía por la academia, reproducida por la escuela a nivel global. Un historiador del sur global está condenado a concebir Europa como la sede original de lo moderno, mientras que el historiador europeo no se encuentra ante una dificultad semejante respecto a los pasados de la mayor parte del planeta. Por otro lado, pero ligado a lo primero, revisar las cartas de mujeres que en el siglo XVII escribieron por sí mismas y en quechua, así como la correspondencia de historiadores y antropólogos de los años 70 en Europa, donde se discute si existió o no mercados, me ha llevado a reafirmarme en un postulado que acabo de presentar como artículo académico: El poder de quien define, ¿quién, qué criterios y con qué autoridad puede definir lo que es mercado, lo que es un indígena? No entro en la discusión sobre la definición si mercado o indígena está bien o mal hecha. Soy consciente de que ha habido un largo camino para ponerse de acuerdo sobre eso, pero quiero interpelar sobre el poder de quienes tienen el privilegio de decirnos al resto de los mortales qué es un indígena y qué no es un indígena, qué es un mercado y qué no es un mercado.

¿Cómo se inserta el concepto de crisis en el mundo andino en tu proyecto y cómo se relaciona con concepciones sobre temporalidades y ciclos que encuentras en tu proyecto?

CI: La idea de que el pasado vuelve fue el mecanismo de los indios para sobrellevar un caos, una crisis que entonces se vivía. La conquista, repito, trae el caos, el desorden, y lo que ayuda a superar esta crisis en la vida de los indios es justamente otra idea de temporalidad: el pasado va a volver. Era esta la noción del pachakuti. Sigo el trabajo de uno de los pensadores e intelectuales indígenas más importantes de los últimos años, Benjamín Inuca. Miramos o entendemos este proceso en un momento donde el mundo literalmente está peleando por volver sobre sus pies—pienso en la pandemia y la invasión a Ucrania.

Una parte que para mí es importante sobre los mercados populares es mostrar que están sufriendo una crisis sin precedentes en América Latina, porque están siendo sometidos a reordenamientos municipales, no solo en la región Andina. Se tiene la intención de volver estos escenarios propicios para el turismo.  

Esto se puede ver claramente en el ejemplo del Mercado Lanza en La Paz, Bolivia y el Mercado Central, también en Bolivia, que han sido derribados, bajo orden municipal por supuesto, a pesar de la resistencia y las protestas, y se han vuelto a edificar bajo una mirada arquitectónica «modernizadora». ¿Cuál es el resultado?: un lugar frío, un lugar lúgubre, hecho para el turismo. Lo que vemos es nuevamente la puesta en escena de una política estatal municipal que asigna a los vendedores indígenas el papel de meros ornamentos folclóricos, y aquí está otra de las interpelaciones que trabajo con esta propuesta y que tituló la folclorización de lo indígena.

Fecha: 
Miércoles, Marzo 30, 2022